El hecho de que nos encontremos esta noche
congregados aquí me hace pensar en la parábola evangélica del grano
de mostaza, "que tenía un hombre, y lo echó en su huerto y se hizo
árbol grande. . .". Hoy ese árbol cumple 50 años y casi toda la
familia marista sullanera, se encuentra en él cobijada. Padres con
sus hijos y sus nietos. Padres simplemente, de cabello encanecido,
con sus hijos ya hombres, y personas que sin importarles su edad
avanzada, han querido venir a dar testimonio personal de gratitud,
reconocimiento y aplauso, a ese trinomio educativo, a esa embajada
marista fundadora del colegio Santa Rosa de Sullana. A ellos, que
como tres mosqueteros de María Santísima, reina de los cielos,
vinieron en sagrada misión, para "allanar y preparar el trabajo
sacerdotal de las almas", a nombre de la familia marista les digo:
¡Bienvenidos hermanos!.
El año 1939, fue el año de inicio de la: segunda gran
guerra mundial, y en que parte del puente metálico sobre el río, es
destruido por el embravecido Chira. Ese año, es fundado el colegio
Santa Rosa. Los hermanos Eugenio María, Plácido David y Pablo
Roberto, son los adelantados maristas fundadores. Los recuerdos nos
bullen, a quienes ocupamos las aulas del colegio, en esa antigua
casona en la plazuela de la Estación. Era el tiempo, en que las
gentes tarareaban la tonada de moda, "Allá en el rancho grande", y
los jóvenes lucían como atuendo de elegancia, los pantalones de
golf.
El hermano Eugenio María (su nombre: Domingo Barnils
y Massat), fue el director de la fundación. Hijo de la tierra donde
se baila la alegre sardana, entrega todo su entusiasmo y
religiosidad a su obra. Quienes hemos recibido sus enseñanzas,
reconocemos en él al Maestro magnífico, enérgico y polifacético. Fue
el centro de esa constelación que supo saturar el entorno de
espíritu mariano. Es el educacionista que maravillosamente
interpreta la frase del abate Champagnat: "Educar al niño, es darle
los medios de adquirir toda la perfección de su ser; es hacer del
niño un hombre completo". Era el guía, que invitaba a la polémica
constructiva, que luego nos arrastraba en una vorágine de buena
lectura. No solamente fue Director: fue el planificador de la obra
arquitectónica del local que actualmente ocupa el Colegio. Fue
profesor de brillantez magnética e irradiante enseñanza. Maestro de
pintura expresiva y de dibujo. Expositor incomparable de narraciones
hagiográficas y director de masas corales. Su currículo es vasto:
Jauja, Huacho, Cajamarca, Barranco y San Isidro, recuerdan su pasaje
fructífero, su labor infatigable de soldado de Cristo, su entusiasmo
contagioso y su clarificadora docencia. Por entonces el profesor
Serrano visitaba Sullana y ofrece al alumnado santarrosino, en el
local de la escuela José Cardó, un recital poético.
Era la época, cuando quedamente repetíamos los
"Veinte poemas de amor" y aquel verso de Pemán, que dice así: ". .
Mis vasallos Señor, contra mi se volvieron, y yo he sido el vasallo
y los señores ellos. Yo les vendí mi cetro y mi corona, por un
mezquino precio. . por una voz suave, por unos ojos bellos.
.".
El nombre del hermano Plácido David, es Hilario Marín
del Barrio.
Nació en Soria, la brava tierra numantina que
prefirió las llamas a la rendición. Ingresa al juniorado de Vich
-país del filósofo Jaime Balmes- partiendo de misionero a Santiago
de Chile, en 1922. En 1980 pasa al Perú, y en Jauja, junto con el
Hermano Eugenio, fundan el colegio seminario de San Antonio. Es el
cofundador del colegio Santa Rosa y desde que llega a Sullana, se
siente enraizado a ella, como un árbol más de nuestro tablazo. Ha
dejado su estela de amor, trabajo y docencia, casi en todos los
colegios maristas del Perú. Ha sido el impulsor de la editorial
F.T.D., convirtiéndose en el relacionista de la congregación e
infatigable obrero del orden. Es el maestro cuyo apostolado lectivo,
aún no termina. Es el reconciliador por excelencia. No ha sido un
mero dador de esperanzas, sino un conductor y realizador de las
mismas. Yo me siento muy unido a él. No solamente porque fue mi
profesor desde el cuarto de primaria, hasta terminar la media, sino
también, porque nacimos, aunque en diferentes años, el mismo día y a
la misma hora, en el mes de mayo.
El benjamín de esta trilogía fundadora, hoy es el
gran ausente. "Nos precedió con el signo de la fe y duerme ya el
sueño de la paz". Me refiero al hermano Victorino Elorz Goicochea,
para nosotros, hermano Pablo Roberto. Fue navarro, pero prefirió el
algarrobo al roble de Guernica. Era el piñón de ataque, el cascabel
poliédrico y alegre, que se entreveraba en los recreos con el
alumnado. Lo buscábamos, tentándolo a la discusión ilustrativa, que
bien podía ser filosófica, naturalista o deportiva. El museo de
historia natural del colegio, fue construido por él, y en su afán
por conseguir piezas, viajó al Angolo acompañado de un sacerdote
pasionista. Observó la flora y fauna del ecosistema, y en éste, su
único viaje, logró abatir un venado de seis puntas.
Nos tocó vivir el conflicto de 1941, y no sólo en las
aulas recibimos lecciones de patriotismo, sino que participamos en
desfiles marciales, y el alumnado en pleno, acudió a recibir al
Regimiento de Caballería Nº 7, que regresaba triunfante de la
campaña y con varios héroes. Uno de ellos, el capitán Alfredo Novoa
Cava. Era cuando bulliciosamente gritábamos: "¡Tumbes, Jaén y Maynas,
ni de vainas! . . . ¡Guayaquil y Quito, muy poquito!".
Así como el año 1983 fue de lluvias copiosas, hoy
aquí, en este claustro santarrosino, han llovido los recuerdos
inundándonos con sus aguas. Todos los que vivimos aquellas épocas,
tendremos que recordar, cuando con uniforme dominguero -camisa
blanca y pantalón azul- llevábamos bordadas en el bolsillo dos
letras: S.R., lo que hacía que algunas alumnas ursulinas nos
gritaran: "Somos rateros ", a lo que nosotros replicábamos: "Somos
Urracas", haciendo referencia a las iniciales que ellas lucían y a
la afición de aquellas aves. Debe parecemos que fue ayer, cuando la
"voz de clavel varonil" -diré, como dice García Lorca- de Mario
Vargas Rey, retumbaba en los patios recitando: ". . . Ya viene el
cortejo . . . ya viene el cortejo. La espada se anuncia con vivo
reflejo. . .", o nos deleitaba con su musicalidad incomparable,
entonando "O Sole mío", "Torna Sorrento" y "Una furtiva lágrima".
Quisiera seguir glosando brevemente, la vida de otros
Hermanos que han pasado por esta alma mater . . . Los hermanos:
Narciso, Santiago, Pedro Guido, Lorenzo, Dionisio, Anselmo, José,
Juan, y tantos otros más, sin dejar de mencionar al hermano Tomás
García Rabanal, que rescató y reconstruyó el Colegio, luego de
pasajera borrasca.
Diré como Emilio Castelar: "Voy a terminar. . . debo
acabar", pero antes, permítaseme hacer una enumeración recordativa:
Siempre tendremos presentes, al padre Lucas Zarandona,
párroco de entonces; al primer obispo de Piura, monseñor Fortunato
Chirichigno; a la madre Loyola y sus colaboradoras ursulinas, todos,
grandes amigos del colegio. Al releer el órgano informativo de
entonces, la revista "Cultura y Acción", nos acordaremos de cuando
nos enseña- ron algunas canciones, como "El gondolero", "La dicha
del labrador", "Bateleros del Volga" y ese himno deportivo cuya
letra dice: "De Sullana los bravos muchachos, que en las lides
sabrán demostrar. . ." Evocaremos la fatídica chasca, ese aparatito
tronador que sabía hablar y decir "bien o mal "; los paseos de
contrarios; los partidos de básket contra el aguerrido "Longo" de
Querecotillo; las clases durante todo el año por las mañanas y por
las tardes, al igual que los sábados medio día; los exámenes
finales, cuando venían examinadores desde Piura, procedentes del
colegio San Miguel, con el temido cabo Nolte a la cabeza, y las
extensas tareas de vacaciones, que nos hacían pitear y que ahora
comprendemos, cuánto bien nos hicieron. En 1945, finaliza la guerra.
. . es cuando comienza a brotar el romántico bolero".
En la parte espiritual: los diarios exámenes de
conciencia; el rezo del santo rosario todas las tardes, y las veces
en que, de rodillas, ante la Virgen le hemos musitado: "Dios te
Salve Reina y Madre, Madre de misericordia . . .". Muchos de
nosotros nos hemos casado en la capilla del colegio. Otros, habrán
celebrado sus bodas de plata matrimoniales, y así continuará el
ciclo en nuestros hijos, recordando siempre la educación que los
hermanos maristas de la enseñanza nos supieron impartir.
Hay muchísimos ex-alumnos que no han podido venir por
tantas razones, pero ellos sienten y practican, el abolengo de ser
ex-alumnos maristas. Felicito al comité organizativo de estos
festejos, que han reverdecido nuestras reminiscencias, y agradezco
la inmerecida designación de que he sido objeto. Inmerecida, porque
comprendo que hay ex-alumnos con más representatividad y capacidad
que yo.
Abrazo y agradezco con sinceridad a todos, y como nos decían
nuestros profesores al final de una jornada: "¡Alabado sea Dios!", y
nosotros contestábamos al unísono: "¡Por siempre sea alabado!".
Para terminar diré, como el poeta Parra del Riego,
que en uno de sus polirritmos, canta: "¡Palomares. . . palomares, de
los cálidos aplausos populares.. .!", y aunque todos ellos han sido
laureados con las palmas magisteriales, yo suplico e invito a la
concurrencia, a ponerse de pie para tributar un aplauso estentóreo y
prolongado, a todos los hermanos maristas fundadores. . .
* Este discurso fue publicado en el texto
“LIBRO DE ORO, SANTA ROSA 50 AÑOS 1939-1989”, bajo la dirección de
don Benjamín Zapata Serra. Fecha de publicación, agosto de 1989. |